Después, qué vendrá después. No lo sé. Llueve. No le temo a la tormenta, pero las profundidades me provocan escalofríos. Imagino al inmenso mar, y cuanto más grande es, más claustrofóbico me siento. No puedo dejar mis pies colgando. La corriente fría los acaricia y los hace retroceder. Qué hay debajo. Será una ciudad o sólo la oscuridad absoluta. Yo no puedo averiguarlo, pero me encantaría saber. Después, qué hay después del mar.
Atrás quedaron los aeropuertos. Ya no siento los aviones encima de mi cabeza y el paisaje es otro. Es raro no sentirme raro. Tengo el presentimiento de que algo ha cambiado en mí. No imagino que pueda ser, pero sé que me espera algo diferente. Puedo notarlo en el aire que ya no es tan espeso como en el momento de la partida. Dejó la confusión atrás para llenarse de respuestas, acertadas o no, qué importa.
miércoles, 11 de julio de 2012
lunes, 2 de julio de 2012
Ave de corral (des-inspiración)
No puedo comenzar. Escucho a alguien hablar incansablemente por teléfono y me conforma la idea de echarle culpas sobre mi falta de concentración. A veces uno simplemente no puede. Es mejor decirlo así. Tal vez el tiempo de sequía sea en realidad tiempo de reserva. ¡Vaya! ¡¿Se puede ser tan condescendiente con uno mismo?! En momentos así, es lo único que me queda. Pero a fin de cuentas me entero de que soy un especialista del metalenguaje. Comento en líneas lo que no puedo hacer. Y no hablo de hornear un pollo sino de mi incapacidad para escribir. Es decir, explico que no sé qué corno escribir, y lo hago haciéndolo, escribiendo. Ustedes dirán que es una artimaña de autoengaño para contrarrestar la falta de inspiración, pero yo por el contrario, me siento algo patético cuando esto ocurre. Entonces, creo no ser lo suficientemente idiota como para no darme cuenta de que esté escribiendo, ¡que va! Lo que me interesa es estar haciéndolo con un fin determinado. Quiero hacer algo que valga la pena, y con valer la pena, me refiero a que se transforme en algo redituable y que me dé dinero. No me siento un insensible ni un castrador del concepto del arte como un fin en sí mismo. ¡No seamos hipócritas! Que ustedes lectores, especialistas en enarbolar la bandera del arte puro y bello y los conceptos platónicos del bla bla, me gustaría ver sus caras cuando los mande a pagarme las cuentas. Eso realmente me gustaría.
Me encuentro sentado en la mesa de una cocina, mientras alguien hornea el pollo del que yo no queriendo hablar, terminé por darle una importancia desmedida por temor a hacer hincapié en mi: otra especie de ave que por estos lugares se anda arrastrando sin una pizca de motivación. Dejémoslo así. Es hora de comer y espero que el palmípedo me de tregua.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)