lunes, 11 de junio de 2012

Conversaciones con Ella -episodio 2-



¡¿Qué demonios hace ese tipo allá arriba?! ¡¿Cómo hizo para llegar?! ¡No hay nieve, es todo piedra! ¡No entiendo cómo hará para salir de ahí!
                El sol arremetía desde atrás dejando a la figura en sombra. Sólo el contorno denunciaba la altura y el porte, que a la distancia se distorsionaban dándole mayor suspenso a la cuestión.
Había algo en todo eso o debería decir mejor, había un todo en ese algo. Yo no podía dejar de mirar. La silla que me cargaba cumplía con su trabajo de sacarme de allí, pero mis ojos, mi mente y mi cuerpo no se rendían, sino que giraban hasta doler con el propósito de no perder de vista tal escena. Claro, la potencialidad era grande y por ende, hipnotizante.
No me quedaba tiempo. A medida que me alejaba sentía que me perdería de algo. No había mucho que hacer. La vista se me nublaría hasta dejar de reconocer formas en la inmensidad. Todo estaba demasiado quieto.
                Una fuerte y helada brisa que venía de la cima me golpeó la nuca y pasó de largo, pero no sin antes silbarme en un oído que siguiera atento. La corriente siguió viajando hasta que finalmente se detuvo ante la silueta. A pesar de que mis ojos se encontraban secos por el tiempo que habían permanecido abiertos, hubo algo que les devolvió el agua necesaria para seguir mirando. Como la lluvia que cae luego de una larga sequía para brindarle una bocanada de aire fresco a la cosecha.
Era el baile más hermoso que jamás haya presenciado. La montaña en forma de brisa hizo que el ave de metro y medio agitara sus alas.
Es el día de hoy que me sigo preguntando acerca de la claridad con la que pude ver ese aire en movimiento.

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