domingo, 17 de junio de 2012

el Ombligo

Hola, me llamo Zum. Me gustaría decirte algo. No quiero que pienses que puedes dominar todo lo que te rodea. Tal vez algunas cosas, pero nunca lograrás abarcarlas en todos sus aspectos.  Existe la mutación. Mutación como sinónimo de perfeccionamiento, de superación. Pero, ¿a vos qué puede eso importarte? No sabes nada al respecto. Eres tan ciego que ni siquiera te preguntas porqué soy de color violeta y mis orejas son del tamaño de tus manos. Simplemente te rascas ese bendito ombligo con la sonrisa del sádico. Lo lastimas y eso te genera placer. Conoces las miradas curiosas, disfrutas de su presencia, porque tu ser se alimenta de ellas. De lo contrario,  se comería a sí mismo; sabe que en el fondo se detesta, pero el asco será siempre dirigido hacia otro, mientras haya otro.  Qué pasará cuando te quedes solo. Yo sé. Pero no sé si deba decírtelo. ¡Que va! Nunca caerás en cuenta tu mismo. Crees saberlo todo y, a decir verdad, tienes razón. Sólo hay una cosa que no sabes y es, precisamente lo que acabo de preguntarte. Eres un cerebro para resolver ecuaciones, decidir sobre la vida de los demás o hacer un pastel de chocolate, pero no tienes ni la más remota noción de lo que harás cuando te quedes solo. Y eso es lo más importante. Si quieres que te lo diga, te lo digo. Imagínate la situación. Trata por una vez de ir más allá de ese ombligo al que sueles acariciar con tanta dedicación, e imagínate solo, completamente solo. Toda la ciudad para vos. Todos los autos, las joyas y las habitaciones de los hoteles cinco estrellas; absolutamente todo. Parece que la situación no podría ser más magnífica, no crees. Todo, y es tuyo. Tú me dirás, pero yo ya poseo todo eso. Tengo los autos que quiero, soy dueño de hoteles de lujo alrededor del mundo y las tortas…prefiero que alguien las haga por mí. Espero que me dejes hacerte otra pregunta. Si en ambas circunstancias tu situación es la misma, cuál crees que sea la diferencia. Y a este punto quería llegar. Porque eso es lo que responde a mi interrogación inicial. En tu vida normal lo tienes todo, pero nada sería relevante sin aquellas miradas. Ahora, en el caso hipotético que he puesto frente a tus ojos, no existen las miradas del otro. Sólo la tuya observándose a sí misma. Entonces, ¿qué harán tus manos cuando no haya bolsillos ajenos? Yo te lo diré: se quebrarán los dedos hasta que la carne se desgarre y tus huesos la atraviesen como una fina seda. ¿Qué harán tus pies para saciar la sed de no tener algo debajo? Se pisarán el uno al otro hasta que no quede rastro de movimiento. ¿Qué harán tus rodillas cuando no tengan pies que las sostengan? Caerán al suelo y se ahogarán en una sensación completamente nueva que las sumirá en la locura esquizofrénica: la sensación de estar arrodillado. ¿Qué hará tu cabeza cuando se dé cuenta de que toda la basura que emana de tu boca entra por los agujeros del costado y retumba en las sienes logrando finalmente una explosión que esparcirá tu vacío por doquier? Pero nada de todo esto realmente importa. Todavía tienes a tu ombligo. Sin embargo, mi querido amigo, temo decirte que tu ombligo….es mudo. Gritará con todas sus fuerzas, pero será el triste pino que cae en el bosque, solitario. Y cuando las fuerzas se hayan agotado, llegará a la conclusión de que no hay nada más, y querrá matarse. Pero eso, es imposible sin manos que tomen un revólver, ni pies que salten al precipicio. Eso es todo. No habrá autos ni joyas, ni siquiera personas que pueden arrancar ese amargo sentimiento de tu pecho: el de querer morir.


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